Tu página «sobre mí» es un autorretrato, no un currículum.
Esta página es, con una diferencia abismal, la pieza de real estate digital más desaprovechada de todo tu arsenal.
Piénsalo. Un cliente potencial, alguien que está considerando darte su dinero, su tiempo y su confianza, hace clic en «Sobre Mí» o «¿Quiénes Somos?». ¿Y qué encuentra? Nueve de cada diez veces, un mausoleo. Un texto polvoriento, escrito en una tercera persona ridícula («Juan es un apasionado profesional con más de 15 años de experiencia…»), que suena como si lo hubiera redactado un abogado de divorcios con prisa.
Es una lista de medallas, títulos y jerga corporativa. Un currículum vitae glorificado que no le importa a nadie.
Es un fracaso estratégico porque responde a la pregunta equivocada. El cliente no está ahí para saber qué has hecho. Está ahí para decidir si puede confiar en ti, si eres la persona que va a solucionar su puto problema. No quiere leer un obituario profesional; quiere ver un destello de humanidad, una filosofía, una razón para creer.
Así que vamos a hacer un pacto. Vamos a coger esa biografía de museo, la vamos a rociar con gasolina y le vamos a prender fuego. En su lugar, vamos a construir un autorretrato.
Un currículum lista hechos. Un autorretrato revela un alma. Un currículum busca impresionar. Un autorretrato busca conectar. Y en la economía de la atención, la conexión es la única moneda que importa.
El primer trazo: la cicatriz, no la medalla
La mayoría de biografías empiezan por el final: el éxito. «Graduado con honores», «Ganador del premio X», «Fundador de Y». Es un intento torpe de establecer autoridad presumiendo. Pero a nadie le gusta que le presuman. Genera distancia, no confianza.
El autorretrato estratégico empieza en el origen. No con la medalla, sino con la cicatriz.
La cicatriz es el momento de frustración, el problema que te obsesionó, el «esto es una mierda, tiene que haber una forma mejor» que te puso en marcha. Es el catalizador de tu misión.
- El currículum dice: «Soy un experto en branding con 15 años de experiencia en el sector».
- El autorretrato confiesa: «Durante años, vi a artesanos increíbles fracasar porque sus marcas no transmitían el valor real de su trabajo. Me harté de ver cómo el talento era eclipsado por el marketing mediocre, y decidí que mi trinchera estaría en la intersección de la estrategia y el alma».
¿Ves la diferencia? El primero es un dato. El segundo es una historia. El primero es olvidable. El segundo es el inicio de una relación.
Tu cicatriz es tu punto de conexión más potente. Es el momento en que dejas de ser un «proveedor de servicios» y te conviertes en un ser humano con una misión. La gente no compra lo que haces; compra por qué lo haces. Tu cicatriz es tu porqué.
El segundo trazo: la filosofía, no las habilidades
Una vez que has establecido el porqué (la cicatriz), el siguiente error mortal es listar tus habilidades como si fueran ingredientes en la parte de atrás de una caja de cereales. «experto en SEO, copywriting, Adobe Suite, liderazgo de equipos…».
Esto no te diferencia. Te convierte en una commodity. Siempre habrá alguien con una lista de habilidades más larga o más barata.
Tu verdadera ventaja competitiva no es lo que sabes hacer. Es cómo piensas sobre lo que haces. Es tu filosofía. Tu manifiesto personal. El conjunto de reglas inquebrantables que guían tu trabajo.
- El currículum dice: «Ofrezco servicios de diseño web optimizados para la conversión».
- El autorretrato declara: «Creo que una web no es un folleto digital, es una herramienta de demolición. Su única función es destruir las objeciones del cliente. Mi trabajo no es añadir más elementos, es eliminar todo lo que sobra hasta que la verdad sea ineludible. El minimalismo es una ideología, no un estilo».
Tu filosofía es un filtro. Atraerá con una fuerza magnética a los clientes que ven el mundo como tú y repelerá a los que no. Y eso es exactamente lo que quieres. No estás construyendo una tienda de todo a cien. Estás construyendo tu taller, y en tu taller, se trabaja bajo tus reglas.
Declara tus principios. ¿Qué odias de tu industria? ¿Qué defiendes a muerte? ¿Qué verdad incómoda estás dispuesto a decir en voz alta?
«La forma sigue a la función. Un diseño que no resuelve un problema estratégico es simple decoración. Y la decoración es el refugio de los que no tienen nada que decir.»
El tercer trazo: la invitación, no el punto final
El último clavo en el ataúd de las páginas «Sobre Mí» es que no llevan a ninguna parte. Terminan con un débil «Contacta conmigo» o, peor aún, con un punto final. Son un callejón sin salida.
Tu autorretrato no es una pieza de museo para ser admirada desde la distancia. Es un mapa. Y al final del mapa, tiene que haber una X que marque el siguiente paso. Tiene que ser una invitación clara, directa y coherente con la historia que acabas de contar.
Después de abrirte en canal (la cicatriz) y mostrarles tu visión del mundo (la filosofía), tu lector está en su punto máximo de conexión emocional. Desperdiciar ese momento es un crimen estratégico.
¿Qué quieres que hagan ahora?
Para que esto no se quede en teoría barata, te muestro tres ejecuciones tácticas de ese principio, usando mis propios activos de marca, cada una de esas tres invitaciones está diseñada para un tipo de lector diferente, en un momento de su viaje diferente:
- La invitación a la comunidad (
La Trinchera
): Esta es para el lector que está intrigado. Le gusta la filosofía, conecta con su historia, pero no está listo para comprar. Su compromiso es bajo. La invitación a una newsletter, un grupo o una comunidad es perfecta. Es un «Sí» de bajo riesgo para él, y para mi es una forma de capturar su contacto y empezar a construir una relación a largo plazo. - La invitación a la solución (
La Hoja de Ruta
): Esta es para el lector que ha llegado con un problema que le quema en las manos. Mi historia y mi filosofía le han convencido de que soy la persona adecuada para solucionarlo. Está listo para la acción. Esta invitación lo lleva directamente a mi producto o servicio de entrada. Es el camino más corto hacia la venta. - La invitación a la prueba (El Laboratorio): Esta es para el lector analítico o escéptico. Le gusta lo que digo, pero necesita pruebas. «Show me, don’t tell me». Necesita ver la filosofía en acción. Esta invitación lo dirige al portfolio, a los estudios de caso, a las «deconstrucciones». El objetivo es construir confianza a través de la evidencia.
No pidas contacto. Ofrece un siguiente paso lógico en el viaje. Conviértete en el guía, no en el recepcionista.
Deja de pulir el currículum. Empieza a pintar.
Tu página «Sobre Mí» no es un documento histórico. Es una herramienta de combate. Es el primer apretón de manos, la primera conversación en la barra de un bar, el momento en que un extraño decide si quiere escuchar más de lo que tienes que decir.
Deja de enumerar tus logros y empieza a relatar tu misión. Cambia el «qué hice» por el «por qué lo hago y cómo pienso». Abandona la pose de experto inaccesible y muestra la cicatriz que te hizo empezar este viaje.
Un currículum te puede conseguir una entrevista.
Un autorretrato te consigue un aliado. Un creyente. Un cliente para toda la vida.
Elige bien qué quieres construir.